Ana, madre de la familia Rodríguez, ¿Qué historia hay detrás de su collar?

Todas las noches lo mismo. Antes de terminar su infusión, abre el tercer cajón de su mesita de noche y comprueba que sigue ahí. Ese momento la hace viajar a ese día, aunque últimamente tiene la sensación que cada vez que lo rememora, el recuerdo se va alejando un poco más. ( Ana: pero cada vez me es más difícil concentrarme con los ronquidos de Luis).

Empieza a tener miedo de que al invocarlo con tanta intensidad, pierda la magia, o que incluso, lo desvirtúe. Ahí está, la caja ha perdido algo de color, pero en su interior todo sigue intacto. Lo sabe porque el día 13 de cada mes la abre. ( Ya podría haber sido otro día narrador, ¿13? ¡venga ya! La cifra de la mala suerte).

Cuando Luis y Jorge han salido de casa por la mañana, comienza el ritual. Velas, incienso y esa canción ( ¡eh! te falta añadir la copa de vino, que a partir de las 12 ya es decente) …despacio y delicadamente saca de la caja el collar. Festival de imágenes en su cabeza. Ahí está él, tan guapo, tan alto, tan elegante, tan diferente a Luis… ( y taaaan diferente, uff si yo te contará, bueno, sigue, sigue…).

Se conocieron en la plaza del pueblo, estaba sentado en el banco, el más pegado a la iglesia. Ella paseaba. De eso hace mucho, solo tenían 16 años. Su relación comenzó como lo hacen todas, de manera torpe e inocente. Todos los veranos se esperaban. Ella volvía a Madrid, él a Marbella ( siempre tuvo tanta clase, hasta en la elección de su ciudad).

Así pasaron tres o cuatro años hasta que la distancia hizo lo que suele hacer con las parejas. Romperlas. Los padres de él se mudaron a Barcelona y dejaron de viajar a ese pueblo caluroso de Castilla la Mancha.

Ana comenzó a trabajar en una zapatería los veranos. Se acabaron las vacaciones para ella. Por un lado, mejor, sería insoportable estar en el pueblo sin él. Un día un chico muy peculiar entró en su tienda y en su vida. Luis, un buscavida, de profesión “realizador de casting” supo conquistarla y alegrar a base de chistes su corazón. ( Sí, hijo, sí… fue muy insistente…no sé qué se me pasaría por la cabeza…)

Pero un día, apareció, concretamente un 13 de mayo.( Otra vez el 13, ¡maldito!) A través de la ventana lo vio, estaba de pie en la puerta de su casa, con esa caja en las manos. Recién casada y con las cortinas por poner, le invitó a pasar. Luis había salido. ( Creo que en ese momento estuviese quién estuviese en casa, lo habría invitado a entrar igualmente…).

Hablaron, lloraron, escucharon música y le regaló aquél precioso collar. Y sin darse cuenta, llevaba el collar puesto, solo el collar. ( aún me tiemblan las piernas) No se volvieron a ver, desapareció.

En el fondo, lo agradeció, al fin y al cabo, Luis podía tener cosas que no le gustaban pero era bueno, generoso, gracioso y, aunque físicamente era del montón, a ella siempre le atrajo ese bigotito. ( ¡Noo! ¡Eso no lo cuentes!, ¡qué vergüenza!… bueno…ya lo has hecho…)

2 años después llegó Jorge, el niño más maravilloso del mundo. (Y más llorón del universo, dios mio de mi vida, ¡qué noches! )

Han pasado 30 años desde ese encuentro y cada noche vuelve a revivirlo. ( mmm que bien duermo cuando consigo imaginar cuando él…eh bueno..)

Pero había decidido que se acabó, tenía que conseguir quitárselo de la cabeza, Luis no se lo merecía, ¿cómo? Pues había tenido la brillante idea de apuntarse a un viaje con sus amigas del aquagym. El planazo: ir a ver a Barcelona a Bertín Osborne ( siii, qué ojos, qué boca, qué cuerpo, qué galán!…) .

Pero el tema del dinero le preocupaba, hay que pagar el arreglo del baño, Jorge está empeñado en ir a ese festival…(¡El collar! Será el collar el que me ayude a olvidarme de él…).

Ana no quiere perder el collar pero necesita el dinero (sí, ya sabes, cash, cash, baby), por lo que, baja a la tienda Cash Converters que está en la esquina de su calle y realiza una Venta Recuperable, consigue el dinero para el viaje y podrá recuperar su valioso collar a su vuelta. ¡Perfecto! (Barcelona allá voy).